Universitat Rovira i Virgili

Francesc Valls Fonayet

Investigador del grupo de investigación Social & Business Research Laboratory - SBRlab.

Sociologia

Hasta la paralización por la pandemia, el mundo casteller se encontraba en un punto álgido con más personas que nunca haciendo los mejores castells de la historia. Tener mucha gente es tan importante que las collas dedican una cantidad ingente de esfuerzos a intentar captar nuevos castellers y fidelizar a los antiguos.

Desde un punto de vista social, los ensayos y las actuaciones castelleres son espacios-tiempo de encuentro que favorecen la interacción entre personas muy diversas (por origen social, edad, sexo o etnia, entre otros) hasta el punto de que los castells se convierten en la principal esfera de socialización secundaria, que es aquella que permite a las personas relacionarse entre sí en espacios más alejados de su núcleo social más cercano. La familia y la escuela conforman la socialización primaria y el trabajo y las entidades sociales, la secundaria.

Imaginemos una red de 5 personas (nodos) que interactúan a lo largo de una actuación, entre castell y castell. Asumimos que la interacción debe ser mínimamente significativa para todas las partes: el acto de conversación debe generar una influencia mutua; por tanto, se descartan las interacciones demasiado breves (un simple -Hola y -Adiós de compromiso) que no requieren suficiente reflexividad. De este modelo ya surgen 10 conexiones internodales, que se multiplican por miles cada vez que se reúnen el cerca de un centenar de collas y las aproximadamente 13.500 personas que hacen castells, según el último recuento de la Coordinadora de Colles Castelleres de Catalunya.

Modelo de interconexión entre 5 nodos en un sistema de red relacional

Al formar parte de una colla castellera, las personas se integran en una red relacional con múltiples interconexiones disponibles, suficientemente amplia y diversa para que todos puedan encontrar nodos con afinidades similares. Como seres sociales, la posibilidad de vincularse al entorno social sigue siendo una de las cosas que da más sentido al día a día. Por eso las personas se preocupan cuando hace tiempo que nadie muestra interés por ellas (por ejemplo, cuando no se reciben mensajes de WhatsApp) mientras que, paralelamente, sienten la necesidad de saber qué hacen o piensan las personas del entorno (aunque sea echando un vistazo a sus redes sociales).

Serge Paugam (uno de los principales investigadores europeos en el ámbito de la pobreza y la exclusión social) define la noción de vínculo social a partir de dos cuestiones: en primer lugar, ¿con quién se puede contar? En las colles castelleres se hacen castells, pero mucho más que eso. De los grupos han salido familias, amigos, conocidos y saludados, oportunidades de encontrar un trabajo y de alguien que pueda ayudar ante un imprevisto. Y esto es importante en un contexto mediterráneo en el que los débiles estados del bienestar hacían parte de las estrategias de inclusión en las redes familiares, informales y en las entidades sociales. En Cataluña, por ejemplo, en el año 2020 hasta 426.000 hogares (el 13,9 % del total) tuvieron que pedir ayuda para bienes básicos, principalmente a familiares y amistades. Cuanto más amplia sea la red de protección que rodea a la persona, más posibilidades debe evitar la caída a lo que Robert Castel, en La metamorfosi de la qüestió social, identifica como espacio de desafiliación, un espacio que se genera a partir del debilitamiento y la fragmentación de las relaciones sociales.

En segundo lugar, ¿para quién se cuenta? Saber que una persona es importante para alguien (por ejemplo, que alguien le espera en el ensayo o en la actuación) hace sentirse útil. Esto fomenta la autoestima y la conciencia de pertenecer a un grupo que hace un reconocimiento de forma positiva. En cambio, si la persona se da cuenta de que nadie piensa en ella es una situación catastrófica, como ilustra la Fundació Arrels, entidad que acompaña y atiende a personas sin techo, cuando avisa de que una de las muchas caras dramáticas de vivir en la calle es, precisamente, el sentimiento de haberse convertido en personas invisibles.

Por todo ello, porque han conseguido que mucha gente pueda contar con un entorno social más consolidado y han ayudado a fomentar una identidad social positiva para muchas personas, las colles castelleres son uno de los principales espacios de cohesión social en muchos municipios de Cataluña.

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